A Alfredo Bertocchi lo conocí hace muchos años. Casi, casi, cuando el CUPA empezaba a practicar un automovilismo “tierrero” con aquellas poco menos que indomables Cachilas de la Fórmula A.
No me perdía una carrera.
Fue ahí que entre los cultores de esa nueva modalidad de hacer y entender el automovilismo, aparecía su figura que con el paso del tiempo, demostraría su tremenda pasión no solo por ese automovilismo tan particular, sino por el club de sus amores: el CUPA.
Luchó siempre, desde arriba y desde abajo de la “cachila”, por sus ideales. Muchas veces se dio de bruces por esos ideales que incluso lo llevaron a transformarse en un férreo dirigente del propio club e incluso de la ex FUAD.
No me olvido cuando allá en Colón (creo) me invitó a dar una vuelta en su cachila…Le dio con todo, convencido de que me bajaría helado… No fue así y pedí otra vuelta… No hubo tiempo para otra…
Así fue él en el ámbito que lo conocí, el ámbito cachilero (con todo respeto): siempre a fondo, sea cual sea la circunstancia, en el acierto o en el error. A fondo.
Alfredo se fue repentinamente y para muchos (quizás) su recuerdo sea el de estos últimos tiempos, cuando buscó un cambio que le trajo tal vez más amarguras que alegrías.
Yo prefiero recordarle bonachón, piloto, entusiasta, aventurero, aguerrido y querendón. Es decir, el fiel reflejo de quienes practican ese automovilismo tierrero que se niega al paso del tiempo.
Estoy seguro que ese espíritu indomable seguirá siempre coloreando cuanta cachila veamos levantando tierra.
Es que una cachila… es Bertocchi.
Buen viaje Alfredo!!!! Me debés una vuelta más…
M.ROSA