Fue un golpe duro al alma. Muy duro. Hacía media hora había hablado con Ariel respecto a la carrera del fin de semana de karting en Montevideo, sus preparativos y el lindo desafío de estar junto a su hermano Luiggi y su papá -el tenaz «Chito» Bidart- en pista cada uno buscando ir a lo más alto del podio.
Habíamos hablado de lo que vendría dos días después, una noche de entrega de premios en la que el gran «Chito» subiría al podio y lo que eso significa para sus hijos: ver a su padre subir a un podio de un Campeonato Nacional o de un Campeonato Regional como campeón.
Los hermanos Luiggi y Ariel Bidart llegaron al karting porque Ariel quería acompañar a su hermano menor en la aventura. Nunca más se fueron. Eran apenas unos gurices, niños. Con ellos vino José Luis, el aguerrido «Chito» que defendía a «capa y espada» la unión de los tres basada en el alto espíritu deportivo que pregonaba donde fuere que estaba. Esa pasión por el deporte lo llevó también al karting hace pocos años y fiel a su personalidad, no tardó en ser competitivo, ganar carreras y ser campeón.
Solidario, de fuerte personalidad, enamorado tanto de la justicia como del deporte, hizo del respeto y de la educación una herramienta de trabajo cotidiano que transmitió con especial sensibilidad a sus dos hijos. En un momento donde la palabra educación ya casi no campea, era siempre un gusto -incluso en las malas- mantener una charla o una discusión, con cualquiera de los tres. Nunca una frase, una palabra, de tono violento ni desubicada.
Han levantado decenas de trofeos, han llegado decenas de veces al podio, han recorrido miles de kilómetros los tres juntos, acaso, formando una sociedad propia, inquebrantable, con sus propios códigos, amantes de la vida, del deporte, de las buenas costumbres.
Los conocimos así, los tres empujando uno al otro y al empujarse, recorriendo la vida como un claro ejemplo de unión familiar pero siempre mirando hacia el costado, atentos a quien necesitara tenderle una mano.
Los conocimos así y así seguirán transitando ese camino, por momentos tremendo, que nos depara la vida.
Asi los conocimos y así seguirán en nuestros corazones. Esa foto no le cambia nada ni nadie.
No existe nada que pueda separarlos. Lo sé muy bien, lo viví, lo compartí muchos años con ellos.
«Chito» estará siempre allí, como en la foto, con sus dos amados hijos bajo sus gigantes alas protectoras…
Asi fue sé, así era y así será aunque sus hijos ya sean hombres hechos y derechos.
(Dedicado con cariño, respeto y admiración a un gran padre: José Luis «Chito» Bidart)
M.ROSA