EL CORAZÓN Y LA RAZÓN

EL CORAZÓN Y LA RAZÓN

Ha sido un trago muy difícil de digerir. El fallecimiento de Daniel Basso ha golpeado duro en la inmensa mayoría de quienes de una u otra forma, compartieron unas horas o años con él.

Curiosamente -para una persona que hacía de su verborragia un culto- se ha ido muy en silencio.

Sin embargo, los cientos de mensajes han logrado ubicar a Daniel en su real y verdadera dimensión aportando con ellos todo lo que el silencio no puede disimular: años y años en pro del deporte motor donde fue muchas veces, un actor clave y gestor de cambios profundos apuntando siempre a la modernización de nuestro automovilismo.

Gran jugador de truco, devoto del Club Nacional de Fútbol –había que aguantarle sus chanzas pos Clásico si el resultado le favorecía-, admirador de Charlie Witting, dueño de un humor fino y muchas veces sarcástico, defensor “a capa y espada” de la Asociación Uruguaya de Volantes; abuelo compinche y fiel y ante todo, guardián hasta límites insospechados de la amistad cuando ésta era honesta, sincera.

Como pocos, aguantó chaparrones en momentos adversos desde la siempre dura y compleja labor de dirigir una competencia de automovilismo o actuando en un Comisariato Deportivo. Sin embargo, nunca se apartó de lo que siempre pregonó: “como dirigentes, debemos tener la espalda ancha para asimilar las críticas”.

Fueron muchos años compartidos con Daniel, especialmente, aquellos de sus inicios como simple banderillero en el Karting hasta llegar a dirigir competencias e incluso, Sudamericanos y Panamericanos de kart.

Basamos nuestra relación -que arranca allá a mediados de los ’80- en un inmenso respeto por la tarea de cada uno. Inmenso.

Aprendí con él, aprendimos juntos y disfrutamos juntos momentos inolvidables e incluso memorables, como trasmitir por radio desde Valence (Francia) el Mundial de Karting de 1989 acompañando a dos pilotos uruguayos que por distintas razones, marcaron gran parte de su vida: Rafael Barbarita y el gran “Gonchi” Rodríguez.

Pero hubo algo hace poco más de 10 años que me generó un vínculo más intenso con Daniel aunque quizás él nunca lo supo.

Había nacido mi hijo Santino con una seria dificultad y de la nada, rigurosamente todas las noches a las 19 horas, Daniel estaba allí, con su voz, simplemente haciendo guardia. Había una honesta preocupación en el tono de sus breves palabras.

Fue así como vi que atrás de un hombre varias veces polémico, enérgico y duro había un ser humano sensible, capaz de sentir incluso a la distancia. Tal vez el Daniel Basso que muy pocos conocieron en éste siempre complejo ambiente del automovilismo.

Estoy seguro –desde esa vez lo estuve- que la tarea más jodida que Daniel enfrentó en cada carrera, en cada reunión de dirigentes, en cada decisión compleja que absorbió, en muchas noches de insomnio, fue justamente la de lidiar entre ese gran corazón y la razón.

Daniel, “Santino se ha recuperado muy bien”…

… es que ya sé lo que me vas a preguntar apenas nos veamos… Como lo hiciste siempre desde aquel agosto difícil para mi hace 10 años.

Ahora noto que ya no hay silencio, simplemente, hay mucha más paz para un ser que la necesitaba.

MARIO ROSA